martes, 19 de marzo de 2013

  'Vivo en un camión sin ruedas
al lado de la carretera
a mil kilómetros de tí
Y allí donde se esconde el sol
donde se pierde mi voz
estoy seguro que te encontraré '


De 'Cielo del Sur'  - La Frontera

                             DEL ESPACIO, BREVE  E INFINITO                                                     


  Juntos coleccionaban latas de galletas. Primero llenas. Más tarde, consumidas ya, vacías. Las encontraban útiles a la par que decorativas.Tenían prohibido regalarse cactus pero a los dos les gustaban. Les atraía esa lentitud eterna de lo que siempre permanece sin necesidad de estar muerto. Las espinas les aterraban y a la vez les fascinaban, será por esa capacidad de una humilde e inmóvil criatura para defenderse y causar - a veces de forma injusta- dolor. También les gustaban las rosas.
   Ella reunía monedas de poco valor. Muchas. Iguales. Diminutas. Las apilaba en cualquier rincón. Las conocía y las mantenía en ordenado desorden. A veces, si juntaba muchas, las devolvía a la vida comprando alguna cosa para colocar en el hueco que ocuparon. Él atesoraba recuerdos. Miradas. Caricias. Olores. En alguna ocasión, tras mucho batallar, una imagen en forma de fotografía. Eternidad envasada en papel; souvenir para turistas. Siempre ocuparon un lugar destacado en su galería.
     Competían practicando las artes. Ninguno aventajaba demasiado al otro, no por falta de aptitudes; era pura camaradería, mero divertimento. ¿Qué valor tiene el arte sin alegría? Cambiaban el nombre a mil juegos ya inventados. Cualquier acto debía ser una fiesta; si no, era basura. Las discusiones un ritual, un preludio, otro juego más. Mezclando de forma contínua frío con calor; cielo e infierno.
    Ella tomaba café. No podía quitarle el sueño pues de normal no dormía. Él bebía cerveza o brandy. Su mente necesitaba adormecerse para no sufrir un empacho de realidad. Él le preparaba el café y se lo servía. Ella le vaciaba sus botellas a escondidas. Los dos pensaban que hacían un bien al otro.
    Ella le mostraba donde estaban las estrellas. Le enseñó sus nombres. Él nunca los aprendió, quería que ella estuviese siempre allí para recordárselos.  Las vieron caer en lluvia de agosto.
    Uno miraba al Norte en busca de libertad ansiada. Otro al Sur para encontrar la vida añorada. Sus miradas se cruzaron un instante. El mismo andén; dos trenes con direcciones opuestas.
    Él juega ajedrez. Ella juega a las damas. Los dos juegan al póquer.
    Él escribe cuentos. Ella tarjetas de cumpleaños. Los dos hacen crucigramas.
    Él pinta óleos. Ella hace pasteles. Los dos dibujan rosas y las adornan con acuarelas.


           Él sueña. Ella busca. Los dos esperan.


     Yo también. Te espero aquí. Recuérdalo.    


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