martes, 26 de marzo de 2013

  '¡Oh, la saeta, el cantar 
al Cristo de los gitanos, 
siempre con sangre en las manos, 
siempre por desenclavar! 
¡Cantar del pueblo andaluz, 
que todas las primaveras 
anda pidiendo escaleras 
para subir a la cruz! 
¡Cantar de la tierra mía, 
que echa flores 
al Jesús de la agonía, 
y es la fe de mis mayores! 
¡Oh, no eres tú mi cantar! 
¡No puedo cantar, ni quiero 
a ese Jesús del madero, 
sino al que anduvo en el mar!'


 Antonio Machado


                 De lluvias, de sol y de pasión



    Como se que no te gusta la lluvia te la regalo. No para tí, no es eso. La lluvia - al igual que el viento - no es de nadie. Te la regalo estos días en que esperas un cielo radiante, o al menos tranquilo. A mí tampoco me gusta que llueva, sobre todo los días que ya he hecho planes. Planes tan importantes para mí como pueden serlo los tuyos para tí. Recuerdas los días en que esos planes eran los mismos, los tuyos y los míos ? Seguro que sí. Siempre supimos que los dos éramos unos rencorosos. Buena gente sí, pero rencorosos.
    Tu dios y mis dioses no son los mismos pero se soportan y conviven en paz. Siempre lo hicieron y siempre lo harán. Aunque vengativos, siempre fueron tolerantes y  más dados a la fiesta que a la guerra  -justo al revés que nosotros- .Pero eso no quita que sean aficionados a las bromas, especialmente si son pesadas. Debe ser aburrido eso de ser divino y poderoso. No se si tengan muchas cosas para divertirse dondequiera que habiten. Por eso, a veces, y cuando se les trata de forma adecuada, nos escuchan y les complacen nuestras sugerencias; las hacen suyas y se entretienen fastidiando a esos molestos y egoistas seres que poblamos este correoso mundo. Seguro que hasta les parecemos graciosos, con nuestros aires de importancia, de saberlo todo, de merecerlo todo. En realidad no se qué deben pensar de nosotros. Tampoco me importa un rábano. Hago mis ofrendas y rezo mis plegarias según mi creencia y con eso todo debería estar en orden.
    A lo mejor por considerarme infiel, tu dios no me dejó ver sus ceremonias desde más cerca. Fue su castigo particular hacia mí por no tomármelo del todo en serio. Quizá sean los míos los que quisieron evitarme más de un sinsabor que me hubiese amargado un poco más la mísera existencia.Ya puestos a pensar mal también podría ser que la lluvia que hoy te hace torcer el gesto te la envíe el tuyo como recuerdo - o castigo, quien sabe - de tu actuación de aquellos días. Comoquiera que sea eso demuestra que no son tan diferentes en el fondo ya que sí en las formas. Igual que nosotros. Que tú y que yo. 
  Los verdaderos dioses.


  Con lluvia o sin ella sigo aquí. Cuando vengas también estaré. Mientras tanto cuídate.




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